La cultura no aisla

 

La isla es una porción de tierra que florece en el mar, por el mar está protegida, separada, excluida de los continentes, cuya tierra aparece firme, vasta, recorrida por miles de acontecimientos y movimientos que se acumulan, manipulándola, corrompiéndola, envejeciéndola.

La tierra isleña es líquida, delimitada. Puede ser habitada de nuevo y renovada. Puede ser un mundo en el mundo, con sus particulares reglas. Pensemos en Atlántida, en Utopía, en la isla de Robinson Crusoe.

¿Cuántas islas y cuántas utopías emergen y se hunden en el tiempo? El filósofo Jacques Derrida escribe: “¿Qué es una isla? No hay mundo, sólo hay islas”. Un pensamiento sobre la isla nos conduce a considerar el mundo del cual tenemos experiencia; la isla se convierte en reducción y metáfora, en proyecto y revuelta de este.

Entonces, la isla es el lugar modelo. Sus rasgos físicos no son sólo geográficos o naturales también son signos del artificio y de la cultura del hombre. Por ello, la isla es un lugar de exploración, experimentación y conocimiento, es modelo de culturas contemporáneas. Conserva los significados del existir y está involucrada en los procesos de construcción/de-construcción identitaria, por el abandono/lejanía, por la pérdida y la construcción de vínculos: la isla es riesgo de separación y aislamiento; la isla es oportunidad de inicio y refundación, redescubrimiento y regeneración, antiguo y nuevo; la isla es el más allá por excelencia, esconde tesoros o es meta de fuga, escapatoria para la búsqueda de la felicidad.

Avistada al horizonte, la isla es el espejo de lo que somos, es la forma originaria que nos agita y nos mueve. Michel Tournier compara la isla con la diástole y la sístole del corazón humano, con la dilatación y la contracción. Es el círculo mágico que delimita y protege. Un lugar seguro, completo en sí mismo, tanto el huevo cósmico como el jardín del Eden. La isla, núcleo envuelto en el líquido amniótico, es símbolo de lo materno, del “regreso a un vientre”: la cultura del femenino/materno, reinterpretada en términos de generatividad cultural, es portadora de una actitud especial hacia lo humano. Hospitalidad, compasión, protección, cuidado, dono, vínculo con la vida son las condiciones imprescindibles de la cultura de la diferencia que pretendemos compartir con nuestro programa cultural.

La isla es, asimismo, un lugar mental. Es el pensamiento que toma forma y surge de una profundidad impenetrable, oscura, repleta de vida: “Las islas son como las ideas. Desiertas, fascinantes. Obran como reservas, capturan las historias y dan reparo a los hombres desde la creación del primer poema”. (Maylis de Kerangal).

La isla es imagen, símbolo, idea. Sin embargo, es un lugar concreto y carnal, dominado por los flujos de sus relaciones, de la encrucijada de llegadas y salidas: “Se parte, se viene. Ella misma se invita a atravesar el mar que la circunda, a tocar otras tierras” (Jean-Luc Nancy). De hecho, la isla es permeable, abierta.

Estudiar la complejidad del imaginario de la isla significa descubrir las raices míticas y arcaicas de toda construcción racional; además, significa proyectar en una imagen-lugar todo lo que se necesita reelaborar y rechazar: la reclusión, la trampa, el angustioso misterio.

La isla es reino de duplicidades: apetura/clausura, hospitalidad/exclusión, libertad/reclusión, vínculo/distancia. Dualidades identitarias que serán desarrolladas en los principios y el programa cultural de Procida Capital Italiana de la Cultura del año 2021, aprovechando la oportunidad de la isla como perspectiva privilegiada para experimentar las continuas contradicciones, la eterna batalla entre el sentido de pertenencia y la necesidad de declarar la propia diferencia.

Las experiencias que surgen en la isla y a partir de ella, que acompañan y guían el camino de la candidatura, desarrollan una cartografía de hechos y eventos: punto tras punto, ningún lugar imaginario y ficticio adquiere consistencia real, se deja encontrar y descubrir. Sobre el ambiente y en los lugares isleños se injertan laboratorios en los que la vida cotidiana, los elementos de la naturaleza y la expresividad cultural son los instrumentos de un proyecto humano evolutivo.

Los proyectos tienen un doble nivel de exploración. En un primer nivel, horizontal, describen la superficie creativa de la isla como tal, con el ciclo de sus manifestaciones vitales y culturales. Este itinerario, sin embargo, tiene una profundidad vertical que configura un auténtico viaje, una miniatura del potencial contemporáneo en la que la idea del progreso, de la ciencia y de la tecnología colocan al hombre en el centro de la propia memoria y, por ende, de la propia capacidad de aferrarse al futuro, desarrollando la conciencia de ser habitantes y no de estar de mero paso.

paolo altieri AA
visual & communication designer
http://www.altieriassociati.com
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